Maria Cruz Díaz Antunes-Barradas
A village out of a fairy tale
Un pueblo sacado de un cuento de hadas
En el sistema de los Cárpatos al norte de Eslovaquia todavía se conservan enormes extensiones de bosques templados, con hayas y abetos que mantienen una rica fauna salvaje.
En el Parque de Národny, en las montañas Fatras, encontramos un pequeño pueblecito que es patrimonio de la humanidad de la UNESCO y que parece sacado de un verdadero cuento de hadas, o quizás podemos esperar que aparezcan los hobbits de la Comarca, con Frodo, Sam y todos sus amigos. Ese pueblo tiene un nombre impronunciable que se escribe Vlkolínec. Se llega por una carreterita sinuosa, rodeada de bosques, donde te avisan que pueden cruzar osos, pero desgraciadamente no vimos ninguno.
Al llegar hay que dejar el coche fuera y te cobran 1 euro por entrar, algo sorprendente, pero merece la pena. Las casas son de madera, pintadas de colores vivos y adornadas de flores, en el medio de la calle principal que asciende por la ladera corre un arroyo por lo que nos acompaña siempre el ruido del agua. Hay una torre de campanario muy graciosa en madera, un pozo y sorprendentemente dos locales para comer y un museo (que nos enseña como funcionaban en el siglo XIX las casas de los campesinos). A la entrada del pueblo hay esculturas, que recuerdan a los totems de los indios y al final una pequeña iglesia junto al cementerio. Todo rodeado de un paisaje verde intenso, que nos da una sensación de paz y una delicia para los amantes de la naturaleza.
In the Carpathian system north of Slovakia still remain vast areas of temperate forests, beech and fir with maintaining a rich wildlife. In Narodny Park in the mountains Fatras, we find a small town that is the heritage of humanity by UNESCO and like something out of a true fairy tale, or perhaps we can expect to appear hobbits of the Shire with Frodo, Sam and all his friends. That town has an unpronounceable name that is written Vlkolínec. Is reached by a winding narrow road, surrounded by woods, where you can cross bears warn that, but unfortunately we did not see any. To get there, leave the car outside and they charge 1 euro to enter, something surprising, but worth it. The houses are made of wood, painted in bright colors and decorated with flowers, in the middle of the main road that climbs the hill runs a stream so we always accompanies the sound of water. There is a very graceful bell tower of wood, a surprisingly well and two dining options and a museum (which teaches us how they worked in the nineteenth century peasant houses). At the entrance of the village there are sculptures, reminiscent of Indian totems and finally a small church next to the cemetery. All surrounded by a bright green landscape, giving us a sense of peace and a delight for nature lovers.


